lunes, 2 de noviembre de 1992

Ignasi Julià: Bruce Springsteen: Promesas Rotas

Capítulo extraído del libro de Ignasi Julià 'Bruce Springsteen: Promesas Rotas' (Editorial La Máscara, 1992. Cuatro ediciones en castellano, traducido al francés y el italiano)

EL ROCK, LA VIDA MISMA

«Las expectativas que tienes a los veinte años cambian cuando llegas a los treinta y tantos. El mundo se ve diferente, las expectativas ya no son las mismas, no estás tan abierto a otras opciones. Lo que les ocurre a muchas personas es que, cuando sus primeros sueños son aniquilados, ya nunca nada los reemplaza» (Bruce Springsteen)

Bruce Springsteen, la E Street Band y un numeroso séquito llegaron al hotel Princesa Sofía de Barcelona la tarde del 20 de abril de 1981. Era la primera vez que pisaban territorio español: aterrizaron en el aeropuerto de El Prat procedentes de París, donde habían actuado la noche anterior. Alguien de la promotora se había ido de la lengua, así que me planté en el vestíbulo del hotel dispuesto a trabajarme una entrevista -publicada por la revista 'Vibraciones'- que tardaría más de veinticuatro horas en hacerse realidad. Bruce sale de un ascensor acompañado por su novia de entonces Joyce Hyser, van en dirección a la cafetería, donde pedirán hamburguesas y Pepsis. Nadie diría que este tipo con aspecto de currante es el mismísimo Boss. Parece un camionero, el futuro de nada en absoluto, a no ser un empleo en una gasolinera o un garaje. Le abordo y se muestra afable, halagado ante mi interés. Pero no puede garantizarme una entrevista formal hasta después del concierto, aunque sí comenta que, el paisaje industrial que han visto al venir desde el aeropuerto, le ha recordado al de New Jersey. Tendré que pasar por la obtusa burocracia de la discográfica para llegar a él como periodista. Tras unos apresurados intercambios verbales, me despide con un apretón de manos. Al día siguiente vuelvo al hotel. Contacto con Jon Landau, para entrevistarle e indagar sobre la posibilidad de hacer lo mismo con Bruce. Landau me atiende con amabilidad y la conversación derrama considerable luz sobre los métodos de trabajo de Springsteen. Vestido como un ejecutivo más que como un trabajador del rock, con esos aires de intelectual de Harvard, controla desde la sombra todos los aspectos de la expedición. La primera pregunta rompe el hielo. Al fin y al cabo, ¿quién mejor que él, uno de los más notables críticos rock de su generación, para comprender mi deseo de hablar con Bruce?

¿Todavía trabajas como periodista?
No, no he escrito nada en los últimos cinco años. Cuando empecé a colaborar con Bruce, me aparté de mi actividad como periodista. Era lo justo.

Tu papel junto a Springsteen sobrepasa el de simple productor. Parece alguien con un inmenso talento que necesita que le hagan ver los límites de lo que hace, como si la intensidad con que lo hace le impidiera verlos por si mismo.
Es, indudablemente, un hombre de genio, pero tan sólo necesita a alguien que le asista, que le ayude de muy diversas formas en la dirección de lo que está llevando a cabo. Pero Bruce toma cada decisión por sí mismo. Cuando está grabando un disco, él toma absolutamente todas las decisiones.

Tomarlas le lleva años, ¿por qué?
Forma parte de su modo de trabajar. Hace las cosas muy lentamente, porque para él hacer un disco no es reunir una colección de canciones, sino una obra única y completa en sí misma, como quien escribe una novela. Un álbum es para Bruce una sola cosa, una sola idea. Para 'The River' grabamos unas cincuenta canciones y de entre estas escogió las veinte que encajaban en la historia, en su idea del disco.

No escoge las mejores sino las que mejor funcionan en el contexto de la historia que quiere contar.
Bueno, aunque pueda sonar divertido, no nos preocupamos de cuáles son las mejores. Hay canciones excelentes que no llegaron al disco, de hecho todos los temas sobrantes son buenísimos. Como 'Be True', la cara b del segundo single extraído del álbum. Simplemente no había un lugar para esa canción en el disco.

Este lento proceso creativo, ¿cuán doloroso es?
Lo es, es cierto. Es un proceso muy serio en el que todos trabajamos muy a fondo. Bruce, Steve y el resto de la banda. Es una auténtica concentración de energía que no nos deja tiempo libre para nada más. Trabajamos muchas horas diarias, de las siete de la tarde a las cinco de la madrugada. Cuando terminamos, Bruce va a su hotel y escucha las cintas de lo que hemos grabado ese día, las estudia en profundidad, escribe nuevas letras y hace los cambios que cree convenientes. Durante los dos años que pasamos trabajando en 'The River' no tuvimos tiempo para nada que no fuera el álbum. Pero este trabajo tiene compensaciones, grandes momentos. Como el día en que Bruce apareció por el estudio y tocó por vez primera la canción 'The River'. Llevábamos un mes en el estudio y, en ese preciso momento, nos dimos cuenta de que por fin estábamos yendo hacia alguna parte. Bruce había escrito la canción que iba a dar un tema al álbum, un objetivo claro.

'The River' no parece tan elaborado a nivel sonoro como discos anteriores. No hay grandes orquestaciones a lo Phil Spector como en 'Born To Run' ni esas voces dobladas para ganar profundidad de 'Darkness'. ¿Por qué?
A Bruce le interesa cada vez más que la música suene real y auténtica, con menos producción. Las voces dobles funcionaban en 'Darkness', aportaban un aspecto más introspectivo a aquellas canciones. En cuanto a 'Born To Run', es un álbum más estilizado, trabajado muy meticulosamente. Ahora le atraen las cosas más naturales, más verdaderas.

¿Cómo puede una grabación tan elaborada sonar tan fresca?
Una buena pregunta. Veamos. Todos los miembros de la banda tocan a la vez, como en directo, y nunca grabamos cada canción muchas veces. La mayoría de temas del disco son primeras tomas. Lo que nos ocupa tanto tiempo es el trabajo mental. Cuando finalmente grabamos, todos hemos aprendido algo, Bruce sabe exactamente como debe cantar cada canción. Te daré un ejemplo: 'Point Blank'. Este tema ya lo interpretaba en la gira americana de 1978, la de 'Darkness', y lo grabamos durante las primeras sesiones del álbum. Pero después Bruce perdió interés, le parecía que no encajaba en el contexto, aunque le seguía gustando. Hizo nuevos arreglos y lo volvimos a grabar varias veces hasta desecharlo finalmente. Al final de todo el proceso, cuando estábamos en Los Angeles mezclando, en el último momento, Bruce me pidió que telefoneara a Nueva York para que nos mandaran la cinta con la primera versión. Cambió algunas cosas de la letra y la incluimos en el álbum tal y como había salido la primera vez que la grabó. Habían pasado tres años y muchas versiones de una misma canción, todas ellas excelentes, pero Bruce no las veía completas. En muchas ocasiones, como co-productor, le he dicho a Bruce que una canción es perfecta, que no la toque, que la olvide; él dice que sí, y al día siguiente graba una nueva versión. Luego escuchamos todas las tomas y Bruce reflexiona, las estudia detenidamente. Cuando uno canta, no puede pensar. Cuando escuchas lo grabado es cuando realmente puedes profundizar en ello.

¿Cuántas tomas se hicieron de 'Drive All Night'?
Cuando en 1977 empezamos a trabajar en 'Darkness', llegamos el primer día a los estudios y montamos el equipo. El primer día siempre lo empleamos en acostumbrarnos al estudio y hacer pruebas. Pues bien, Bruce tenía rondando por la cabeza esa pequeña melodía ('Sad Eyes', interpretada en concierto como parte de 'Backstreets'), y la tocaron. La grabamos, como una simple maqueta, y esa es la versión que está en el disco. Si te fijas, es la única canción del álbum en que se acredita a Jimmy Lovine, ingeniero de 'Darkness'. No la incluimos en aquél porque era demasiado larga.

¿Has escrito letras alguna vez?
No, ni hablar. No tengo talento para ello. Tampoco he intentado nunca empezar una novela. Bruce sí podría, podría escribir una novela fantástica. Es la persona de mayor talento que he conocido nunca. Es asombroso.

¿Le resulta difícil a Bruce trabajar en la Era Reagan?
Creo que precisamente esta época hace su trabajo más importante. En Estados Unidos hay actualmente una fuerte oposición política, pero también hay conservadores y racismo. Bruce habla en sus canciones de la importancia y la dignidad de cada individuo. Me parece de vital importancia que estas cosas se escuchen actualmente en América.

Sin embargo, no parece sentirse atraído por la idea de ser un líder a nivel político.
Es cierto. Pero sí le atrae a nivel artístico. Bruce no es un líder, pero el contenido de sus canciones tiene una fuerte relación con la gente de la calle. Su música expresa ciertos valores humanos, y los valores humanos deben ser reafirmados siempre, especialmente hoy día. Claro que esta es mi opinión personal. Seguramente él te contestaría algo distinto.

¿Cómo será su próximo elepé?
Me parece que ni él lo sabe todavía. Yo tampoco puedo imaginármelo. Lo que sí puedo decir es que 'The River' finalizó una serie de cosas, todo un ciclo que Bruce ha estado completando en los últimos tres discos, así que pienso que el próximo será algo totalmente distinto, un cambio radical con respecto a su obra anterior. Pero la verdad es que, con Bruce, nunca se sabe.

('Nebraska', tan radical como Landau había imaginado, sería su siguiente álbum)

21 de abril de 1981, una efemérides rock que en Barcelona se recuerda con justificado pasmo. Falta una hora para que de comienzo el concierto y todo es actividad alrededor del escenario. Técnicos que van y vienen, la gran máquina rock engrasándose, poniéndose a punto. El aire transporta el indefinible aroma de la anticipación. Va a pasar algo grande. Extraordinario. Uno de esos contados encontronazos con el rock que te devuelven la fe en esta música, una auténtica inyección de energía y optimismo -¿quizás aún no esté todo perdido?-, el atisbo de un sueño haciéndose finalmente realidad. Algo que, sencillamente, no se compra con dinero. La última luz solar se cuela por los ventanales del Palacio de Deportes. He logrado introducirme por la puerta de artistas y estoy presenciando la prueba de sonido. La E Street Band está sobre el escenario; afinan los instrumentos, entran en calor. Pero, ¿dónde para Bruce? Ya le veo, bajando por las gradas. Está controlando personalmente el sonido por todo el recinto. Ahora sube a la tarima donde se ha instalado la mesa de sonido y maneja los botones, ecualizando, instrumento a instrumento, a toda la banda. Si quieres el trabajo bien hecho, háztelo tú mismo. Ya sabía de esta práctica, pero presenciarla me fascina. Francamente, no es lo normal tratándose de una celebridad rock. No es sólo sentido de la responsabilidad y consideración hacia su público, sino la firme creencia de que, por lo que concierne a quienes dentro de unos minutos entrarán en el pabellón para ocuparlo hasta la bandera, esta noche es "la noche". Mañana, él y la banda, estarán viajando hacia otro destino, otra ciudad, otra gente, pero hoy, ahora, Barcelona va a ser, tiene que ser, el centro del mundo y nadie, absolutamente nadie que haya pagado una entrada, va a quedarse sin oírle en las mejores condiciones posibles. Hay algo innegablemente rock en esta actitud, aunque no sea este un mundo donde se premie la formalidad: el momento es lo que cuenta, el aquí y ahora, la comunicación directa e inmediata. Y todo lo demás, bueno, puede irse a paseo. Por lo menos hasta que amanezca un nuevo día y la rutina cotidiana vuelva a hacernos prisioneros de su aplastante lógica.

Hay muchas cosas que recordar de aquella noche. El inicio entre sombras con aquella versión de 'Factory', sincera, dramática, que lenta, muy lentamente, nos prepara para la explosión de luz, sonido y energía que será 'Prove It All Night'. La indescriptible eficacia y apasionada entrega de la E Street Band, la elegancia con que van de la potencia a destajo a la más elocuente calidez melódica sin mediar palabra, el compañerismo que se respira en escena desvelando que, sí, están ahí arriba porque creen firmemente en lo que hacen. No hay banda que suene así por dinero. Un repertorio que combina la fiesta y la intensidad ('Badlands', 'Hungry Heart', 'Born To Run', 'Cadillac Ranch') con las baladas reflexivas ('The River', 'Racing In The Streets', 'Independence Day', 'Point Blank'), los temas antológicos ('Thunder Road' o 'Backstreets') con esas versiones sonando a munición extra ('Who'll Stop The Rain' de Creedence, 'This Land Is Your Land' de Woody Guthrie). Pero, por encima de todo, recuerdo la compenetración entre el público y los músicos, aquella emoción, compartida y amplificada por una espontánea comunión, que nunca he vuelto a experimentar en un concierto multitudinario. Lo admirable de un concierto como aquel no es que te hiciera creer en quien estaba sobre el escenario o en la música que atronaba por los altavoces, sino que te devolviera, aún momentáneamente, la confianza en ti mismo. «Sé tu propio héroe, tu vida es tan importante como la de cualquiera, aprovéchala», el mensaje resonaría por el recinto hasta mucho después de que sonara la última nota. Fue un espectáculo inédito para quienes habíamos crecido en la pretenciosidad, arrogancia e idolatría barata que caracterizó al rock de los 70. Una demostración de honradez y ganas de conectar, de la voluntad de expresar ideas, aparentemente sencillas pero que hacen entender muchas otras, y desplegar ante el público una visión universal y totalizadora del poder del rock. Ni siquiera el punk-rock había sido tan visceralmente honesto: la falsedad de las poses punkis acabó rápidamente con la sinceridad que las había originado. Tres horas de indescriptible comunicación que rompían en mil pedazos aquellas preconcepciones que habían apartado al rock de lo que se suponía debía ser: un extático encuentro, un intercambio trascendente, un baño de sudor y sentimientos.

Al finalizar, tras dos bises, el primero con el ya clásico medley centrado en 'Devil With The Blue Dress', puedo acceder mediante un pase especial al área de camerinos, donde se desarrolla una informal recepción con los miembros de la banda, ejecutivos de la discográfica, algunos periodistas locales y otros venidos de la capital en un viaje organizado por CBS para capitalizar la ocasión, pues Barcelona era la única fecha española de la gira. Recuerdo a Clarence Clemons paseando ufano entre los asistentes, y, cosas de la memoria, a Danny Federici ignorando los canapés en favor de un enorme plátano. Tuvieron que pasar un par de horas antes de que la estrella nos concediera audiencia. Se dividió a los periodistas en dos grupos; yo entraría con el segundo. Nada de fotografías ni grabadoras, se imponía tomar apuntes. Cuando por fin nos toca el turno son ya las dos y media de la madrugada; estaremos conversando con él aproximadamente una hora. Sorprende verle tan distinto a la imagen que conocemos por los discos y las fotos de conciertos. El Boss es bajito y poca cosa, aún no ha desarrollado esa musculatura forjada a mediados de los 80; su rostro, todo nariz y patillas. Se le ve feliz, exudando esa satisfacción que da el trabajo cumplido con creces. Se ha duchado y mudado de ropa. Aparece abrigado, protegida la garganta con una bufanda, oliendo a linimento como un deportista tras un duro partido. Irradia sencillez y modestia. Habla lentamente, con grandes silencios que aprovecha para calibrar lo que va a decir. Como un hombre de la calle, con más corazón que elocuencia, ha de medir sus palabras para que los buitres de la prensa no las malinterpretemos. Ya se ha tergiversado demasiadas veces su mensaje en el pasado. Halagado, sonríe con un gesto de complicidad cuando ve que me sulfuro ante el desconocimiento de su persona y su obra que revelan algunas de las preguntas de mis colegas. No, no necesito que me eches una mano, parece decirme su mirada, puedo arreglármelas solo. Al final, cuando todos han salido ya del camerino, me cogerá desprevenido con un fraternal abrazo que transmite un cálido afecto. Es su forma de agradecer, en quien le acaba de demostrar una excitada admiración, la acogida que el público de aquella noche le ha deparado.

¿Cómo es posible hacer un concierto como el que acabamos de presenciar y seguir vivo?
(Sonríe). Me lo han preguntado un montón de veces. Existe una energía dentro de cada persona que surge en el momento en que el cansancio parece estar dejándote exhausto. Esa energía aparece justo cuando tu resistencia termina, y sigues adelante casi sin sentir tu propio cuerpo.

Tus dos últimos discos contienen claros comentarios sobre la América de Reagan. ¿Te consideras un músico con posible poder político?
No, en absoluto, no me considero un músico político. Simplemente trato de contar mi experiencia, la de mi juventud. Crecí en una pequeña ciudad de New Jersey, de unas 10.000 personas, y, a medida que me hacía mayor, veía a la gente que me rodeaba y, bueno, parecía como si nadie fuese a ninguna parte. Entonces empecé a mirar hacia atrás y me di cuenta de que mi padre había trabajado toda su vida en una fábrica, y mi abuelo lo mismo, y que las cosas no iban a ser muy distintas para mí a no ser que hiciera algo al respecto. Así que traté de aprender más cosas sobre mí mismo, de donde venía, cómo había sido mi gente. Porque, en la escuela, parece como si nunca te enseñaran las cosas que necesitas saber. Volví a coger mis libros de texto, y leí ese otro libro, 'La Historia De Los Estados Unidos', y aprendí de dónde venía, quién era yo y de qué manera no iba a terminar siendo una víctima, como lo fueron mi padre y mi abuelo. Y, ¿sabes?, no es tan difícil.

¿Se trata entonces de advertir a quien te escucha de los peligros que puede depararle la vida?
Algo así. Mira, yo nunca vi a sonreír a mi padre. Nunca. Ya puedes imaginarte lo que eso supuso para mí. Nunca nos entendimos, pero ahora sé que había grandes cosas en su interior, es sólo que no supo comunicármelas, como yo no supe comunicarle las mías. Hace poco una tía mía me regaló una fotografía de cuando mi padre era joven. Está increíble, sonriente, lleno de fuerza, se parece a John Garfield.

¿Por qué cambió?
La gente fracasa y culpa siempre a las circunstancias. Se excusan diciendo que todo les ha salido mal por culpa de esto o aquello. En ocasiones he vuelto a mi pueblo y me he encontrado con gente que conocí en mi juventud, personas de una gran belleza interior, llenas de vida, que ahora no parecen seres humanos. Totalmente alienados por el trabajo, el matrimonio, los hijos. A veces vuelvo a releer mis libros de la escuela y me doy cuenta de que no tienen ningún contacto con la vida real. No enseñan nada de lo que vas a necesitar en la vida. A los ocho años, cuando escuché por primera vez a los Drifters en la radio, descubrí que había más verdad, más realidad, en una sola canción que en todo lo que me habían enseñado en la escuela. Esto es lo que intento transmitir a la gente. Que busquen sus propias raíces y se hagan responsables de sus vidas.

¿Serías un líder a ese nivel?
¡Oh, no! Para nada. No pretendo ser el héroe de nadie. Quiero que cada persona sea su propio héroe.

En tus conciertos la respuesta de la gente es muy importante.
Claro. Es tan importante lo que nos da el público como lo que le damos nosotros. Ese intercambio es una experiencia increíble y muy enriquecedora, por lo menos para mí.

Háblame de tus principios.
Fui un estudiante mediocre, siempre era el marginado de la clase. ¿Puedes creer que me echaron de la universidad a los seis meses por "mentalmente inepto"? Mi vida fuera de la música era muy vulgar. Hasta que un día alguien me recomendó 'Las Uvas De La Ira', una película de John Ford que ponían aquella noche por televisión. En América, cuando pasan por la tele una película en blanco y negro, todo el mundo cambia de canal. Yo mismo había cambiado de canal varias veces al inicio de 'Las Uvas De La Ira', pero aquella noche la vi. Y aquella vieja película despertó mi curiosidad. Quise enterarme de las cosas, leer más libros, ver mejores películas. Empecé a ver todas las películas de John Ford que pude, los westerns y todo eso, y me enseñaron mucho más acerca de la historia de mi país que todos mis años de escuela juntos.

Ya que mencionas el cine, siempre te he visto próximo a Martin Scorsese.
'Mean Streets' es una de mis películas favoritas. Cuando terminó 'Taxi Driver', Marty me invitó a verla en privado y me propuso un papel en su siguiente película. Bobby De Niro está absolutamente increíble en esa película, pero yo no me veo a mi mismo como actor de cine. Tuve que decirle que no.

¿Qué clase de música escuchas?
Escucho todo tipo de música, no sólo rock'n'roll. Nunca he intentado dar una definición del rock. Para mí el rock es la vida misma. Mi música tiene toda clase de influencias: rock, soul, country. Ahora mismo escucho mucho a Hank Williams. Me gusta la música country.

Dime alguna canción reciente que te haya impresionado.
Bueno, me hace mucha gracia 'Happy Birthday' de Stevie Wonder. Pienso que es muy importante que alguien en Estados Unidos se acuerde de Martin Luther King en una canción, porque no debemos olvidar los problemas que afectan a nuestro país, y el racismo es uno de los más graves.

Sé que debes estar harto de comparaciones, pero no puedo evitar preguntarte sobre Bob Dylan.
Me apasiona, incluso ahora. Es alguien que siempre ha buscado sus propias respuestas y nunca se ha dejado llevar por la comercialidad.

¿Lou Reed?
Me gusta lo que hace. Aparezco en uno de sus discos, en 'Street Hassle'. Estaba grabando en los mismos estudios que él, en los Record Plant. Lou tenía problemas con una parte hablada de la canción y me llamó. Subí al piso donde estaba grabando, lo grabé y en quince minutos estaba de regreso en mi estudio. Lo leí de un papel que él había escrito. La primera toma sirvió. Eso es todo.

¿The Clash?
¡Están muy bien!

¿Por qué 'The River' suena, en muchos momentos, más intrascendente y comercial que 'Darkness'?
'Darkness' es un disco con un único punto de vista y, en 'The River', quise buscar algo más parecido a la realidad, a la vida misma. En la vida hay momentos tristes y otros de reflexión, pero también hay momentos de alegría y, bueno, está muy bien salir el sábado por la tarde con los amigos y entrar en un bar con ganas de juerga. Creo que uno de los puntos más importantes de la música pop es que ha sido capaz de producir, en un mismo momento, cosas como 'Like A Rolling Stone' de Bob Dylan y 'What's Going On' de Marvin Gaye. Por esto en el álbum hay temas festivos, como 'Sherry Darling' o 'Hungry Heart', y temas más reflexivos, como 'Point Blank'. Esto le da diferentes puntos de vista a 'The River', lo enriquece, y pienso que es positivo.

¿A qué se debe que tardes tanto en grabar tus discos?
La industria discográfica ha estado bombardeando al público con auténtica basura en los últimos tiempos, la música pop ha sido desprestigiada. Para mí, hacer un disco es una cuestión de vida y muerte. Y por eso me toma tanto tiempo hacerlos. Uno de mis discos podrá gustarte o no, pero escucharlo nunca será una pérdida de tiempo.

¿Cómo es tu vida privada?
Tengo una casa cerca de donde nací, no me gusta vivir en la ciudad. Estados Unidos es, salvo por Nueva York o Los Angeles, un país muy provinciano. Me interesa retratar ese país en mi música, y la mejor forma de conocerlo es vivir en él. En cuanto a mis aficiones, bueno, me gusta mucho conducir. Siempre que tengo tiempo libre, subo al coche y salgo a la carretera.

Entonces, tus canciones tienen mucho de autobiográfico.
No, no demasiado. No creo que se deba haber experimentado lo que se está escribiendo. Los Beach Boys hicieron la mejor música surf y no lo practicaban. Chuck Berry compuso las mejores canciones de highschool y casi no fue a la escuela. Se puede ser un buen escritor sin salir de casa.

¿Cómo reaccionaste al reciente atentado contra Reagan?
Estaba en casa y me llamaron para contármelo. Puse la tele y me senté a ver lo que había pasado. Me pareció algo horrible, sobre todo porque no tuvo fines políticos. El muchacho que disparó no lo hizo por política. Es una prueba de la alienación y la locura a que puede llegar un joven norteamericano tras demasiadas horas ante el televisor. En mi opinión, es algo muy grave.

¿De donde crees que vienen los problemas del mundo en general?
Provienen de una importante falta de información. La gente de la calle no está suficientemente informada. También es culpa del cinismo que hoy domina nuestro mundo, que es algo contra lo que debemos rebelarnos. El cinismo me parece totalmente negativo. Destruye la belleza de las cosas.

¿Para cuándo ese prometido álbum en vivo?
Bueno, yo soy el primero que estoy interesado en hacerlo, porque sé que mis canciones suenan mucho mejor en directo que en el estudio. Pero, ahora mismo, que estoy de gira, ya empiezo a tener ideas nuevas para canciones, y me muero de ganas de volver a casa para encerrarme a trabajarlas. Aunque, bueno, supongo que algún día tendremos que hacerlo.

(Finalmente, en 1986, aparecía la caja de cinco elepés 'Live 1975/85', ahora disponible en un triple CD)

© Ignasi Julià, 1992